IV
La redención. El nuevo Nemrod.
JSF - Uno no se
libera de Joh Fredersen. Es él quien decide. Es como la tierra. En lo que
respecta a la tierra no tenemos voluntad tampoco. Si Joh Fredersen deja libre a
un hombre, significa caer en la nada.
FRE - ¿Y si un
hombre vence las leyes de la naturaleza?
JSF - Utopía,
Freder
FRE - Para el
espíritu inventivo del hombre no hay utopía. Sólo hay un "todavía
no".
A través del corazón, de su hijo Freder,
Joh se va a haciendo consciente del sufrimiento que le llegó a ocasionar su
esposa Hel al fallecer, y se va desarrollando en él un temor creciente en torno
a la posible pérdida de su hijo cuando este se escapa. Por primera vez, no está
en sus manos el devenir de Freder, y esta idea le atormenta y consume. Esto se
hace especialmente patente cuando, al salir por las calles de Metrópolis
desesperado en busca del joven, lo advierte peleando con Rotwang en las
cubiertas de la Catedral. Arrodillado en el suelo, con la multitud alrededor,
torna sus cabellos en blanco al sentir en sus carnes miedo por primera vez, al
ser humano por primera vez: Los cabellos
se han vuelto blancos como la nieve por el terror mortal que sintiera por su
hijo. El nuevo cerebro de Metrópolis es aún más reconocible en los escritos
de Von Harbou en los que, tras sucederse las catástrofes y resolverse los
conflictos, acude a su madre y le confiesa su gran error, el mismo que tuvo
Nemrod:
MAD
- Y, ¿cómo es que ahora conoces el rostro de las masas, Joh?
JOH
- Desde las alturas de la Nueva Torre de Babel no podía distinguir sus rostros.
Como colofón final descubre, a través de una carta custodiada por su madre, el amor que le profesaba su esposa Hel: Te he amado con un amor eterno, [...] hasta el fin del mundo. Joh está preparado para, de la mano de Freder, Hel y María, reconstruir una ciudad nueva que, como vislumbra esta última, resplandezca: Veo una ciudad que se alza bajo la luz.
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Parte V. Metrópolis. El futurismo neoyorquino.