III
Paralelamente, a través de unos planos
que Josafat, el secretario del Amo de Metrópolis, localiza en los bolsillos de
un par de obreros, y tras la mediación de Rotwang, el misterioso inventor que
habita una casa abandonada en medio de la moderna ciudad, Joh Fredersen
presencia el conato de revolución que dirige María en las catacumbas y pide al
inventor que tome medidas en el asunto generando un androide con la apariencia
de María que confunda a las masas. La relación entre Joh y Rotwang es delicada,
pues este último estaba enamorado de Hel, la ya fallecida esposa del Amo de
Metrópolis, y se cruzan intereses entre los dos 'aliados': por un lado, Joh
necesita la magia de Rotwang para llevar a cabo su plan de contraataque frente
a los obreros, y por otro, el propio inventor, que oculta a Joh el amor de su
hijo Freder hacia María, piensa que con el robot puede vengarse y destruir al
Señor de la ciudad. Los tríangulos Joh-Rotwang-Hel y Freder-Rotwang-María
resultarán determinantes en el desarrollo de los acontecimientos.
Así, tras finalizar la ceremonia
conducida por María, Rotwang la persigue por los túneles de la Ciudad de los Muertos
y consigue atraparla (En este punto termina el preludio del filme). En un
laboratorio similar al que aparecerá en el postrero Frankenstein (1931) de James Whale, Rotwang transfiere los rasgos
de María al robot, que se convertirá en el desencadenante de la destrucción de
la ciudad. El propio inventor, en el que se reconoce la figura del alquimista
Faustus, señala claramente al robot los objetivos a cumplir: Destruirás a Joh Fredersen, a la ciudad y a
su hijo. La maldad que encierra el artefacto ideado es manifiesta desde el
principio, al aparecer sentado en un trono junto a un pentagrama invertido.
Por un lado, el robot se muestra a las
altas esferas como la apocalíptica Babilonia la grande, a lomos de una bestia
de siete cabezas y diez cuernos, según se recoge en el Apocalipsis 17, y seduce
a los hombres con bailes contorsionados, como hiciera Salomé con el Rey
Herodes. Posteriormente, los conducirá a Yoshiwara, el barrio de prostitución y
placer de Metrópolis, que hace un guiño a su homónimo en el Tokio de los siglos
XVII, XVIII y XIX, para seguir con el proceso de seducción e intoxicación de
sus seguidores mediante la llamada droga Maohi que se recoge en el texto de Von
Harbou.
Por otro, se muestra como replicante de
María y convoca a sus feligreses para alentarlos a la destrucción de las
máquinas que les oprimen. La catástrofe se desata en las entrañas de la Nueva
Torre de Babel cuando las masas enfurecidas, tema central en tantas otras películas
de Lang como Furia o El Vampiro de Dusseldorf, se dirigen
descontroladas a la máquina-corazón de Metrópolis custodiadas por el guardián
Grot. Ante los disturbios, el protector se pone en contacto con Fredersen y,
atónito, acata el permiso del Amo de Metrópolis para que las masas actúen
contra la máquina.
¡Hemos sentenciado a las máquinas!
¡Hemos condenado a muerte a las máquinas!
¡Las máquinas deben morir! ¡Al infierno con ellas!
¡Muerte! ¡Muerte! ¡Muerte a las máquinas!
Paralelamente, la verdadera María
consigue escapar de la casa de Rotwang aprovechándose del caos que se produce
cuando el inventor le delata a Joh la peligrosa situación de su hijo Freder, y
entran en pelea. Sin embargo, al llegar a la ciudad subterránea, lo único que
encuentra a su alrededor es destrucción. Y a los niños que, olvidados por sus
hipnotizados padres, empiezan a salir de las casas ante la inundación que se
produce como consecuencia de la disfunción de la máquina-corazón. María, la
Madre, empieza a reunir a todos los niños en la plaza central mientras el agua
sigue subiendo. Asimismo, Freder, que cae gravemente enfermo al confundir al
robot con su amada, es rescatado por Josafat (El Valle del Juicio Eterno) que,
tras ser despedido por Joh, trata de ayudar a Freder con su revolución, y ambos
se desplazan hasta la ciudad inundada. Con gran esfuerzo, el 'salvador'
consigue rescatar a su amada y a los niños, y llevarlos hasta la superficie.
Para evitar que el caos afecte a los niños, Freder los refugia en la Casa de
los Hijos.
Grot, en medio de la corriente
destructiva, consigue calmar a las masas al preguntarles por sus hijos. Los
obreros, padres y madres, entran en pánico al tomar conciencia de la pérdida de
los niños y, al hallar a la falsa María dirigiéndose a la Catedral con los
intoxicados de Yoshiwara, deciden prenderla y quemarla en una pira que disponen
en la plaza principal, frente a las puertas del templo. Mientras tanto, la
verdadera María, en busca de sus seguidores, es confundida con el robot y las
masas la persiguen por las calles de la ciudad hasta que al fin consigue
refugiarse en la Catedral aprovechando el desorden producido por la quema de la
'bruja'. Sin embargo, un desenfrenado Rotwang que consigue recuperarse de la
pelea con Joh, avista a María y la persigue para así poder colmar su venganza.
El desenlace final en las cubiertas de
la Catedral, con Rotwang peleando y finalmente sucumbiendo ante un heroico
Freder, que entra en acción al contemplar la disputa desde la plaza, y un Joh
Fredersen que asiste perturbado al riesgo de la muerte de su hijo, trae consigo
una calma acrecentada por el anuncio de la salvación de los niños.
La línea del entramado último de la
filmación está cargado de pasajes incorporados de los escritos bíblicos del
Apocalipsis y el Génesis: la aparición de la Gran Ramera de Babilonia a lomos
de la Bestia del Apocalipsis; el anuncio del Fin del Mundo con la figura de la
Muerte, rodeada de los Siete Pecados Capitales, sobrevolando la ciudad de
Metrópolis; la ayuda de Josafat como testigo del Juicio Eterno; la protección
de los arcángeles Miguel y Azrael que custodian la Catedral... Y tras el Juicio
Final, la génesis del Nuevo Mundo, de la nueva Metrópolis, a través de la Gran
Inundación que destruye la parte gangrenada en que reside el mal endémico de la
ciudad (las máquinas y la ciudad obrera) y permite vislumbrar un futuro más
ilusionante en que el cerebro Joh, a través del corazón Freder, pueda trabajar
más ligado a las manos de los trabajadores en la reconstrucción de una
Metrópolis sanada.
Cabe pensar que la revolución, que se
desarrolla desde la 'infraestructura' para repercutir y modificar la 'supraestructura',
toma tintes heredados de los postulados comunistas rusos que se llevaron a su
máxima expresión en la Revolución de 1917 y que, con toda seguridad, influyó en
el guión desarrollado por Von Harbou y Lang. Nosotros (1921) de Yevgueni Zamiatin, focalizada en una sociedad
distópica del futuro, deja asimismo su huella en la ambientación de la historia
(como también inspirará a Georges Orwell en su novela 1984).
La escenografía, influida por el
expresionismo que impregna las primeras películas mudas alemanas, es deudora de
películas como el Gabinete del Doctor
Caligari (1920) de Robert Wiene o Nosferatu
(1922) de Murnau, y se proyecta hacia otras posteriores como Iván el Terrible (1944) de Eisenstein.
Entre las interpretaciones, cargadas de teatralidad, habría que destacar a
Brigitte Helm que, además del mérito de actuar representando a las dos Marías,
en el caso del robot refleja de manera creíble los movimientos contorsionados y
mecánicos del aparato, sumado a sus gestos de crueldad, seducción y lascivia,
que contrastan con la bondad, el miedo y la preocupación de la auténtica María.
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Parte IV. La redención. El nuevo Nemrod.