II
Los obreros deshumanizados, vestidos del cuello a los tobillos de algodón azul
oscuro, los pies calzados con unos zapatos groseros, el pelo apretadamente
recogido bajo la gorra negra, desempeñan largas jornadas controladas por el
reloj de Metrópolis. Situado en la parte más alta de la Nueva Torre de Babel, marca
las 10 horas que las máquinas precisan de sus esclavos hasta que, agotados,
ceden su turno a los siguientes. Ante dicho reloj, en lo más alto de la ciudad,
es Joh Fredersen, el Amo de Metrópolis, quien coordina estos cambios pulsando
una placa de metal azul que hace despertar la voz de la ciudad, la llamada a
los obreros, a través del inabarcable estruendo de Behemot (otra alusión al
legado mitológico).
La Nueva Torre de Babel es el
intercambiador entre la 'supraestructura' de la ciudad capitalista dominada por
Joh, y la 'infraestructura' de la ciudad subterránea de los obreros
esclavizados. A través del Pater Noster, los trabajadores son elevados a las
salas de máquinas, mientras que la gente acomodada de la gran ciudad accede a
plantas más superiores.
El edificio neurálgico, el más alto, es
el que encierra la maldad del sistema y es, por tanto, el escenario crucial en
el que se desencadenan los acontecimientos más relevantes para el devenir de la
ciudad. Algo que ya predice María, la Madre de la urbe olvidada en las profundidades,
cuando en sus catacumbas traslada a sus semejantes, a sus 'hermanos' y
'hermanas', el mensaje de la llegada de un nuevo Mesías y el advenimiento de la
destrucción de la gangrena de la ciudad. En una atmósfera claramente evocadora
de los primeros grupos judeocristianos, María emplea el mito de la Torre de
Babel como ejemplo para ilustrar la raíz del problema que les condena:
Comprendieron
que la obra era superior a la fuerza de sus manos. La tarea siguió creciendo,
llegó a ser abrumadora. Ninguno de los que construían hacia el sur conocía a
los que estaban construyendo hacia el norte. [...] El cerebro y las manos
estaban totalmente separados, se convirtieron en enemigos. El placer de uno se
convirtió en la maldición del otro. [...] La Torre de Babel estaba destinada a
la destrucción. El hecho de que el cerebro y las manos ya no se entiendan
destruirá un día la Nueva Torre de Babel.
Su cerebro Nemrod, o Joh Fredersen, es
fuerte y gobierna a todas a las criaturas. Pero desde la altura en que habita
deja de ser conocido para las manos que edifican y ambas partes se desconectan.
Es aquí donde entra en escena el famoso leitmotiv
que acompaña y cierra la película: Mittler
zwischen hirn und händen muss das herz sein! (El cerebro y las manos
necesitan un mediador. El mediador entre el cerebro y las manos ha de ser el
corazón). Y con él, el personaje protagonista, el mediador, Freder.
Freder es el hijo del cerebro de
Metrópolis, y como tal, es un joven que vive entre comodidades disfrutando de
los placeres en la Casa de los Hijos, paseando por los Jardines Eternos,
semejantes a los de Shangri-La en Horizontes
Perdidos (1937), o haciendo deporte en un estadio de atletismo que trae a
la memoria algunos fotogramas de la Olimpiada
(1938) filmada por Leni Riefenstahl. Como le sucediera al joven Gautama Siddharta
cuando al salir por primera vez de palacio descubre el sufrimiento al conocer a
enfermos, ancianos y pobres; a Freder le llega el desvelamiento a través de la
propia María, que consigue acceder a los Jardines Eternos con los niños pobres
de la ciudad obrera a gritos de ¡Mirad,
estos son vuestros hermanos!.
Conmocionado, Freder deambula por las salas de máquinas y decide sustituir a Georgy, el trabajador 11811, para experimentar en su propia piel lo que supone trabajar durante una larga jornada obrera y servir de alimento a la ciudad. Durante sus labores, es un compañero el que le informa de la reunión en las catacumbas, y allí se encuentra nuevamente con María. Es el Mittler, pues tras tomar conciencia de lo que sucede más allá de la Casa de los Hijos al trabajar en las máquinas del Pater Noster, es conocedor de los dos mundos enfrentados en Metrópolis. Como le dice su amada, no puede haber un mediador entre el cielo y el infierno si no ha conocido ambos.
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Parte III. La creación. Apocalipsis y Génesis.