V
Metrópolis. El futurismo neoyorquino.
En
aquellas oleadas, en aquellas cascadas de luz, en el juego confuso de los
colores de las torres en movimiento, luz y brillo, Metrópolis parecía hacerse
transparente. Las casas, recortadas en conos y cubos por las guadañas en
movimiento de los reflectores, brillaban, parecían alzarse, descender, danzar
al compás de la luz que acariciaba sus flancos como fina lluvia. Las calles
reflejaban el brillo esplendente y también relucían, con todo cuanto circulaba
sobre ellas; una corriente incesante que lanzaba chorros de luz.
Si en el fragmento apareciera reflejada Nueva York en vez de Metrópolis, posiblemente sería un escrito directamente
recogido de las notas que tomara Lang al contemplar la isla de Manhattan en
octubre de 1924. Este modelo de ciudad vertical, de rascacielos y torres, desarrollada
en el pulmón norteamericano, tomó impulso tras el incendio que asoló Chicago en
1871, el centro neurálgico del país a finales del siglo XIX, y en donde se
habían construido numerosos edificios con estructuras de hierro aprovechando el
progreso industrial de la ciudad, que fueron rápidamente consumidos por el
fuego durante la catástrofe. Su desorbitado crecimiento demográfico (30.000
habitantes en 1850 y más de un millón en 1890), hacía necesaria una rápida y económica
regeneración que puso en crisis el modelo de construcción, tratando de
sobreproteger los edificios y hacerlos más resistentes. El rápido avance del
'nuevo Chicago' se confirma en la Exposición Universal de Chicago de 1893,
diseñada por Daniel Burnham y Frederick Olmsted, el creador de Central Park,
entre otros, y que planteaba prototipos de cómo debían ser las ciudades
modernas tomando como ejemplo la propia ciudad reconstruida. Aparece aquí la
llamada 'Escuela de Chicago', que influiría en el racionalismo europeo inducido
por Adolf Loos, uno de los asistentes al evento, y que repercutiría igualmente
en el desarrollo urbano de Nueva York a través de referentes como Sullivan,
Adler o el propio Burnham.
De esta forma, cuando Fritz Lang tuvo la
oportunidad de visitar Nueva York por primera vez, se encontró con un 'downtown'
que ya contaba con edificios emblemáticos como el Flatiron (1902) de Burnham o el Woolworth
Building (1913) de Cass Gilbert, ambos con reminiscencias neoclásicas e
historicistas, pero igualmente herederos del estilo de la Escuela de Chicago.
Asimismo, empezaba a asomar en la ciudad la influencia del art deco en los
adornos y detalles de algunos edificios, que alcanzaría su máximo esplendor a
partir de 1925, y que incluía elementos ornamentales procedentes del mundo
babilonio y egipcio que podrían haber influido en algunos aspectos visuales de
la película. Parece más evidente su presencia en el cartel representativo de
Metrópolis, diseñado por Heinz Schulz-Neudamm, mientras que las versiones
dibujadas por Boris Bilinsky se aproximan más al lenguaje constructivista.
Y es que, como no podría ser de otro
modo, las corrientes utópicas del momento como el futurismo y el
constructivismo influyen a Kettelhut en sus dibujos, a los que se suman las
indicaciones de Lang tras quedar asombrado por la nocturna Manhattan. La Cité Industrielle de Tony Garnier
(1917), la Torre Chicago Tribune de
Adolf Loos (1922), la Wolkenbugel de
El Lissitzky (1925) o los dibujos urbanos de Sant´Elia parecen subyacer en la imagen
proyectada de Metrópolis que, sin duda, también condicionará la evolución de estos
movimientos (tan sólo bastaría con contemplar la obra de los años 30 del pintor
italiano Tullio Crali). Los decorados futuristas igualmente se apoyan en referentes
anteriores, como pudieran ser los del planeta Marte en la película Aelita de Yakov Protazanov (1924).
Los dibujos de Erich Kettelhut, aunque
resulta indudable que reflejan principalmente pasajes neoyorquinos, están
cargados de un simbolismo acorde con la formalización del argumento, que
adquiere una intensidad especial en la Nueva Torre de Babel, el epicentro de la
ciudad, pero también en las expresivas construcciones en forma de pirámide con
las que arranca la película, o los zigurats que se contemplan desde el despacho
de Joh Fredersen y que, inevitablemente, nos trasladan a las torres gemelas de
la 'Tyrell Corporation' en la recurrente Blade
Runner, película homóloga con la que se establecen múltiples comparaciones.
De esta forma, el futurismo de Metrópolis adquiere, por esta suerte de
estructuras mitológicas, un tinte ecléctico e incluso expresionista.
Siguiente
Parte VI. Escenarios. Industrialización, modernismo y racionalismo.
Siguiente
Parte VI. Escenarios. Industrialización, modernismo y racionalismo.