Se puede decir que el
Mat-building personifica el carácter anónimo de lo colectivo, un sistema en el
que las distintas funciones enriquecen al tejido, y en el que el individuo
adquiere nuevas libertades a través de
un nuevo orden basado en las interconexiones, en patrones específicos de
asociación y en las posibilidades de crecimiento, disminución y cambio del
mismo.
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Theo Van Doesburg, Stained-Glass Composition IV |
En este pequeño fragmento recogido
del artículo “How to recognise and read MAT-BUILDING” escrito por la
influyente arquitecta británica Allison Smithson se expone una nueva estrategia proyectual, producto de los intensos y rigurosos análisis urbanos llevados a
cabo por el Team X a lo largo de las décadas de los 50, 60 y 70. El
desencriptado de jerarquías en el soporte de la ciudad, sus asociaciones y sus
medios de conexión habían permitido al incisivo grupo de arquitectos
desarrollar a inferior escala estas formas de relación.
“Mat” parece un término oportunamente
recogido para entender el concepto de megaestructura interconectada que el Team
X estaba explorando por aquel entonces. Edificio-estera, edificio-felpudo,
o, saliéndonos de su literal etimología: edificio-tejido. Una urdimbre que se entreteje y se desteje
bidireccionalmente, como hiciese la paciente Penélope con su tapiz esperando el
retorno de Ulises al hogar.
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Frank Lloyd Wright, Broadacre City Plan, 1934-1935 |
En definitiva, hablamos de un
sistema de horizontalidad impredecible, a modo de la Broadacre City de
Wright, permeable, porosa, multifuncional, como lo es la ciudad, también
deformable, creciente, comprimible. El resultado es el de una estructura
fractal, en la que la relación superficie/perímetro constante que defendiera
Mandelbrot sería acepción primera.
El Mat-building se mueve
sinuosamente entre la frontera de lo real y lo utópico, entre los ambiciosos
sueños de Constant, Price o Friedman, y la compleja conformación de proyectos
no construidos pero de asombrosa factibilidad como el Hospital de Venecia
(1964-1965) de Le Corbusier, o la Universidad Libre de Berlín (1973) de
la asociación Candilis-Josic-Woods.
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Candilis+Josic+Woods, Universidad Libre de Berlín |
Uno de los aspectos más
interesantes de este concepto es el de asimilar el proyecto como micro-ciudad posible,
entendida como si cada uno de los elementos de entidad urbana pudieran
combinarse entre sí para conformar una unidad mayor. En esta línea, resulta
determinante como el carácter de infraestructura habitable conlleva la
presencia de conceptos más tradicionalmente vinculados a rangos más amplios a la
escala de edificio: movilidad, flujos, intercambios…
Cuando contemplamos un tejido,
una suave tela o una fina estera, podemos identificar ágilmente su naturaleza a
través de su textura: saber de qué material se trata, de qué forma está
confeccionado…, y para ello, es el vacío entre los hilos, el aire que se cuela
a través de sus resquicios, el principal valor que lo hace reconocible. Lo mismo
ocurre en un edificio de este tipo: el vacío, el patio, se retrata como la
charnela que hace posible su conformación. El espacio vacío es el más denso del
edificio, a través del cual este respira y vuelca sus miradas, es la plaza, el
claustro, la fuente; es el responsable del libre movimiento de las masas alrededor
de los distintos fragmentos.
La naturaleza quística de
esta manera de crear arquitecturas permite desglosar al proyecto en distintos
estratos determinados por los llenos y vacíos, las densidades, las funciones,
los recorridos, y la manera en que unos son responsables del “ser” de los
otros: como en cualquier tejido, la manera en que se dispone el primero de los
filamentos determina la posición y naturaleza del último.
Es difícil saber hasta qué
punto hablamos de una bella idea o de una realidad de posibilidades infinitas,
pero de lo que no cabe duda es de que los recientes planteamientos en esta dirección de Morphosis en el Lower East Side neoyorquino o de OMA en su virtual 3D City atestiguan que el edificio-tejido es un campo fértil aún por labrar. Un camino
tridimensional que se expande en el territorio como suma de unidades, un
proyecto incontrolable en el que el devenir se convierte en ardid principal.
Una bufanda, un punto de cruz, una ciudad.