El proyecto elegido para desarrollar el mapa conceptual referido a las claves arquitectónicas, a mi juicio, aunque anterior a esta labor, parece premeditado para tratar de ahondar en los núcleos céntricos de la arquitectura, así como en los débiles surcos que delimitan fractalmente su territorio. Se trata, más que de un proyecto puramente arquitectónico, de tratar de dar con la difícil respuesta de recuperar un monumento de marcada temporalidad ingerido por el crecimiento irracional de la ciudad, que en ciertos casos parece no querer darse la vuelta y mirar lo que tiene a su alrededor en su impasible crecimiento.
Concretamente, el objeto de intervención son tres columnas romanas que posiblemente formarían parte del Traianeum de Itálica, siendo posteriormente trasladadas al foro republicano de Híspalis, constituyendo el pórtico hexástilo de un importante edificio civil. Tras su desuso, no son halladas hasta el siglo XVI. Dos de ellas son las que dan la bienvenida actualmente a la Alameda de Hércules, otra, que iba a ser desplazada al Alcázar, se rompió en su traslado y las tres restantes permanecen en el mismo sitio, próximas al barrio de Santa Cruz, ahogadas por el irregular y sinuoso trazado característico del casco histórico de Sevilla. Incluso llegaron a formar parte del patio de una importante casa sevillana que fue demolida en 1885, pero eso no es todo, pues a mediados del siglo XX llegó a construirse a escaso metro y medio de la basa de una de ellas un edificio de importante altura, con huecos dirigidos hacia ellas, de forma que tanto el solar como la situación de las columnas plantean un problema de gran complejidad.
Por tanto, es evidente que hablamos de unos elementos de importante valor social, tanto por su identidad como símbolo de la cultura romana como por su antigüedad, pero que, sin atarnos a estas etiquetas, también presentan un recorrido que resulta de gran interés: por su multifuncionalidad, formando parte de un templo, de un edificio civil y de una casa-patio sevillano; sus vínculos y huellas, tanto con Itálica como con la Alameda de Hércules; sus desplazamientos, y en definitiva, por como, tras su escultor, el tiempo ha tomado su testigo y les ha dado forma. Por todos estos motivos, concibo que las columnas, más que receptoras de la labor intelectual a desarrollar, son focos emisores que han de condicionar la propia acción arquitectónica.
Esta debe dejarse impregnar por la savia que desprenden los cilindros pétreos, de forma que, como paso previo a la intervención, es clave ejercer un reconocimiento de los factores y conceptos presentes a priori. Ha de tratarse el problema tanto desde un punto de vista local, centrándonos en la situación concreta de tres columnas engullidas por la ciudad, como desde un punto de vista global, considerando los posibles instrumentos para revalorizar elementos totalmente descontextualizados y, entre comillas, maltratados. La acción intelectual, por tanto, habría de ir precedida de una postura objetiva, casi de investigador o arqueólogo. Sin embargo, sí que parece que hay una serie de conceptos arquitectónicos fundamentales a los que atarse para poder desarrollar el proyecto, como lo es tratar de conectar los tiempos latentes, pensar en los recorridos, secuencias y nexos, para lo cual las diferenciaciones privado_público, la posible funcionalidad subyacente o las sutiles evocaciones pueden ser instrumentos de utilidad.
En este tipo de situaciones, es de gran ayuda tratar de buscar amigos, que sirvan de apoyo subjetivo_objetivo a la labor, como en este caso lo es Peter Eisenman con sus estudios de las ciudades de excavación artificial, aunque en realidad toda su obra puede servir de guía. Tratar de analizar las huellas del lugar, visibles a contraluz, y construir a partir de ellas un contexto artificial es un camino interesante, y más en este caso, para conectar historia, cultura, lugar, así como para generar una atmósfera apartada de los vertidos urbanos.
Por tanto, el proyecto se apoya en dos niveles: el de cota de la calle, que habla del momento presente, estructurado geométricamente según una cuadrícula regida por la dirección de la Alameda de Hércules, que habla de los vínculos actuales de las columnas, y un segundo nivel, situado a -4.00 metros, el estrato original del foro romano, estructurado según una cuadrícula basada en la posición de Itálica con respecto al solar. En definitiva, conectar los tiempos.
El nivel excavado se genera a partir de patios configurados dentro del tablero establecido por la cuadrícula, accesibles de modo secuencial, casi a modo de fotogramas, a través de un túnel distribuidor iluminado por las incisiones de los vaciados.
Frente al tiempo, que es el factor causante de la deformación de las ondas emitidas por el objeto, como también lo debiera ser de las acciones desempeñadas por la arquitectura, que, por otra parte, se encuentra debilitado como consecuencia de las aportaciones negativas de la situación urbana del solar (sucio, abandonado, poblado de maleza, tapias…), la naturaleza es el recurso para generar la atmósfera interior de la que hablábamos, ideal por su carácter atemporal (los árboles de hoy son los mismos que los de otras épocas anteriores), además de por presentar cualidades inherentemente vinculadas a la belleza, como el color, el sonido, las texturas… Con todo ello, el nivel superior también trata de presentar el mejor aspecto posible (pavimentar, limpiar, pintar…).
De esta forma, los patios, además de desempeñar una cierta funcionalidad, como estructuradores de los posibles itinerarios y recorridos, son concebidos como jardines caracterizados por el agua, los troncos, las piedras, los laureles…
Así pues, el tiempo y la naturaleza, y quién sabe si el arte (el cineasta Andrei Tarkovski, la música de Bach, el propio Eisenman…), son los pilares que soportan la revalorización del lugar y, por supuesto, del objeto intervenido. Sin embargo, es evidente que la acción arquitectónica debe tener como horizonte a la sociedad, y al individuo. Y esta es, sin duda, la principal motivación del proyecto: suscitar autoencuentros, reflexiones, flashbacks y flashforwards, incitar valoraciones, desvelos…, en definitiva, conducir no sólo a la mejora local del lugar planteado, sino golpear a las puertas de las mentes de la sociedad, para que, si no llegan a nuevas conclusiones, al menos sí que se planteen su posición en el mundo, su identidad, y las aportaciones que el tiempo, la cultura, la historia y el arte tienen y podrían tener en todos y cada uno de nosotros.